La rebeldía de cantar a la memoria

por | Sep 12, 2025 | Nuestras voces

La cantautora y compositora nicaragüense Ceshia Ubau visitó Casa Centroamérica y dio un concierto para la comunidad centroamericana. Un evento conmovedor que evocó nuestra tierra, tan próxima como lejana, y que nos permitió reconectar y hablar de su historia en esta entrevista para NuestroAcento.

Me bajé del carro con la mano extendida que llevaba el ramo de flores amarillas. No sé por qué levanté la mirada y entre las ramas de los árboles vi su rostro asomado por la ventana. Ahí estaba Ceshia Ubau con su corona de cabello afro y su sonrisa tierna y salvaje. El momento, lejos de arruinar la sorpresa de las flores, fue tierno y alegre. Las dos nos vimos y nos reímos. 

Entré a la casa y pudimos abrazarnos, por fin. De la cocina salía un delicioso olor a pupusas que nos llevó lejos de la Ciudad de México. La última vez que nos vimos fue en Costa Rica, hace poco más de un año. Y ahora estábamos otra vez juntas las tres, Ceshia, María José y yo, recordando la foto que nos tomamos en 2017 en el Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra, en Managua. 

Han pasado ocho años de aquella foto. Y ahora nos encontramos de nuevo en un concierto de Ceshia, en Casa Centroamérica, comiendo pupusas en Ciudad de México. Cantando Melodía sagrada, sin poder imaginar que algo así iba ser posible tanto tiempo después. 

Una chavala curiosa

Ceshia Ubau es una psicóloga y cantautora nicaragüense que a sus 27 años suma ya una década de trayectoria artística muy reconocida. Ha hecho de la música y la composición un camino de compromiso social con la región. Su concierto con la comunidad centroamericana en México fue más que una presentación: se convirtió en un acto de acompañamiento y una celebración de la identidad que compartimos como personas de la diáspora centroamericana.

El hecho de que Ceshia estuviera aquí, cantando en Casa Centroamérica, claramente no es casualidad. Ceshia, como la gran mayoría de personas nicaragüenses, guatemaltecas y salvadoreñas cercanas a la casa, no puede regresar a Nicaragua. En su caso, por ser una artista que decidió cantar para la sanación y para la memoria; y, en tiempos de dictadura, esto es un acto de rebeldía incompatible con la censura del régimen.

Ella misma se define como una chavala curiosa y con mucha iniciativa por la vida. Como muchas personas que crecimos en los años 2000, Ceshia veía Ritmoson Latino y Telehit y admiraba a las divas del pop. Imitaba a Shakira, Paulina Rubio y a todas aquellas que nos hacían soñar a través de la radio o la televisión. Ahora, si escuchamos alguna canción por ahí, empezamos a tararearla solo porque sí. Las divas del pop latino no piden permiso para adueñarse por momentos de nuestra memoria y de nuestra voz. 

Los padres de Ceshia vieron su ímpetu por la música y la inscribieron en clases de piano clásico, aunque ella realmente quería aprender a tocar guitarra. En su adolescencia su mamá compró una, y aquella chavala curiosa y con acceso a internet, empezó a aprender en Youtube. Las primeras canciones que replicó fueron las del Dúo Guardabarranco. Son canciones hermosas, poéticas, contemplativas, melódicas y con mensajes de amor y solidaridad. Muchas de sus piezas reflejan un profundo compromiso social con la vida y una especial sensibilidad hacia la naturaleza y su preservación.

Aunque en su adolescencia Ceshia sentía temor de escribir canciones, solía expresarse a través de la poesía. Su llegada a la universidad marcó la apertura de nuevos mundos musicales para ella. A los 17 años mientras estudiaba Psicología, comenzó a componer canciones y se integró al taller Cantera de música popular de la Universidad Centroamericana, que en 2023 fue confiscada por la dictadura. Allí interpretaba piezas como La canción del Güis y Con los ojos del alma, que fueron recibidas con aprecio por el público y que, gracias a su perseverancia y compromiso con la música, terminaron formando parte de su primer disco.

Una voz auténtica

En el concierto en Casa Centroamérica, interpretó Las mujeres de mi tierra, una de las canciones de su primer álbum, que conmovió profundamente al público e hizo llorar a más de uno. En la letra, Ceshia se dirige a su abuela y a las mujeres de su familia, cuyas historias reflejan la experiencia de muchas mujeres centroamericanas que han sobrevivido a la violencia estructural. Son mujeres que, con gran fortaleza, han “ganado su lugar en la tierra” y, en medio de esas luchas, han sembrado amor, fuerza y esperanza —para ellas mismas y para otras— muchas veces sin poder aún reconocerlo.

Afirma que es un canto a la memoria de las mujeres, al reconocimiento de las heridas que nos ha dejado el patriarcado en nuestras sociedades centroamericanas. También es un canto, al igual que Todas conmigo, de profundo agradecimiento a las mujeres que estuvieron antes y las que están hoy; las amigas, las familiares, las terapeutas que la han acompañado en el camino que ha decidido trazarse para sí misma. 

Si bien Ceshia abre su corazón, al escucharla siento que permite a quien la escucha asomarse a su mundo a través de sus canciones, resulta fácil sentirse identificada con ellas. Al verla en el escenario, con tanta presencia y autenticidad, los recuerdos de quienes la escuchamos, comienzan a surgir uno tras otro, con profunda ternura. 

Cantar a la memoria y a la sanación, ha sido para ella una decisión que ha tomado con mucha reflexión y responsabilidad. Asegura que la música como un medio de comunicación y expresión, tiene un gran poder que puede aportar o crear y reproducir imaginarios acerca de nuestras vivencias del mundo que pueden perjudicarnos. En este sentido, cantar a la memoria es una decisión consciente, que le permite a través de la música “acompañar diferentes procesos emocionales a raíz de momentos históricos”. 

En un país donde durante mucho tiempo se cantó al triunfo de un proceso revolucionario armado, Ceshia ofrece un enfoque distinto a través de sus canciones, en este contexto que es completamente diferente. Invita a “mirar hacia dentro y a relacionar los conflictos sociales de nuestra región con nuestra propia historia personal y familiar”, me comenta unos días después del concierto en Casa Centroamérica. Sus composiciones suelen situarse en contextos concretos y reflejan cómo lo personal también es político.

Tener esto claro le ha permitido reflexionar sobre sus procesos de identidad desde su experiencia como migrante y refugiada. Me cuenta que reconocerse primero como mujer migrante y luego como refugiada le abrió la posibilidad de identificarse como persona centroamericana, comprendiendo cómo lo que ocurre en la región la afecta tanto como nicaragüense, como persona habitante de Costa Rica. Esta conciencia, sin duda, le ha permitido ampliar su visión del mundo y replantearse su identidad más allá de las fronteras nacionales. 

Ceshia asegura que lo que hace más digerible un proceso tan complejo como la movilidad, son las redes de apoyo y que “si hay una comunidad de acogida, en este caso México que tiene este gran compromiso y esta empatía, eso es un gran aporte al mundo entero”. Así lo ha visto tanto en la comunidad centroamericana como en la mexicana, donde la empatía y el compromiso fortalecen el trabajo con la población migrante en México.

La música le ha permitido viajar y aprender de historias como la de Beatríz, una mujer salvadoreña cuya lucha por interrumpir su embarazo por motivos de salud se convirtió en un emblema regional de la defensa del derecho a decidir. También, ha aprendido de tantas otras luchas que suceden en Guatemala, Panamá u Honduras. Ceshia describe que “Centroamérica pareciera estar cercada por una entidad muy tangible del abuso de poder y una historia que se repite una y otra vez, pero siempre hay grandes esfuerzos porque esas consecuencias disminuyan”. 

Para ella, ser centroamericana es poder acercarse a esas redes y que, a pesar de que estamos en medio de dos grandes países en la industria musical hacia quienes se les dirige la mirada, como lo son México y Colombia, en Centroamérica también hay mucho que ofrecer. Es una región que se está profesionalizando en el que hacer artístico y que también tiene mucha riqueza cultural. 

Mujer salvaje

En su camino por ser artista refugiada en Costa Rica, se ha encontrado con mucha solidaridad de artistas costarricenses y nicaragüenses que han tenido trayectoria en Costa Rica y que le han ayudado a que se le abran muchas puertas. Actualmente está trabajando con una disquera llamada We Could Be Music en Costa Rica, cuyo objetivo es amplificar las voces de artistas que pertenecen a comunidades históricamente excluidas, como personas refugiadas, personas indígenas, personas con discapacidad y personas de la comunidad LGBTIQ+.

Esa búsqueda constante también se ha visto reflejada en los reconocimientos que ha cosechado en los últimos años. Recientemente fue galardonada con la Canción del Año en los Premios de la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica 2025 por Mujer Salvaje (ft Eva Canina). La misma canción en su versión original, incluida en el EP Edén (2024), le valió el Premio Estela 2025 a Mejor Canción Femenina en Ciudad de Guatemala. Ese mismo disco fue preseleccionado en los Latin Grammy Awards en las categorías de Álbum del Año y Mejor Álbum Cantautor. Más recientemente, piezas como Melodía Sagrada, Marzo 2020 y Caminar, entraron en la primera ronda de votación de la Academia Latina de la Grabación, un paso que la coloca en consideración para las nominaciones oficiales a los Latin Grammy. 

Estos hitos no solo marcan su recorrido artístico, sino que también reafirman la fuerza de una voz centroamericana que trasciende fronteras. 

Estos diez años de canciones han estado marcados por grandes procesos vitales para Ceshia. Se recuerda inicialmente muy tímida, pero con mucha iniciativa durante su primer álbum, reflexionando sobre qué significa Nicaragua para ella en ese momento. En su segundo disco, Luz (2022), llega a sus fibras más profundas y aborda temas más sensibles en relación con su familia, su forma de ver la vida y el ser migrante en Costa Rica. 

Posteriormente en Edén (2024) aparecen canciones que hacen analogías de las vivencias de una mujer adulta que se replantea su relación con su cuerpo, que vive el mundo de las relaciones, el abandono al reconocimiento y la aceptación de ser “buena niña” y prefiere escuchar y atender a su propia voz. Aquí aparecen canciones como Melodía Sagrada, más percutivas, o Declaración que es más de baile y tambor. Y finaliza con Mujer Salvaje, que en sus palabras, es como decir: “Chau, me voy a hacer lo que se me dé la gana”

Más cerca de casa

Ceshia se encuentra celebrando sus 10 años de canciones en medio de reconocimientos, de una gira por Centroamérica y México, replanteándose su búsqueda artística y con el apapacho de la diáspora centroamericana que cantamos y reímos junto con ella en el concierto en Casa Centroamérica. Al respecto, menciona:

A mí me emocionó mucho poder cantarle a mis hermanas y hermanos centroamericanos. Donde uno esté y como lo comenté en el concierto también, tenemos ese sentido de que si llega una persona nicaragüense que quizás no has escuchado nunca, pero sabes que es nica y vos sos nica que está en otro lugar del mundo, vas porque es una forma de estar cerquita de tu tierra y, para mí, siempre es un honor poder cantar para comunidades que están lejos de de nuestro hogar.

Yo también soy parte de esa comunidad y, bueno, es parte de acompañarnos, de poder simplemente escuchar el acento que tenemos o nuestro sentido del humor… eso ya aporta a sentirnos acuerpados.

Ceshia destaca la importancia de las diásporas. En particular sobre la nicaragüense, que crece rápidamente. Menciona que pese a que cargamos con la etiqueta de “bochincheros o conflictivos”, también nuestra identidad está sobrepasada por la bondad, la empatía y el sentido de solidaridad y colaboración que llevamos con nosotros donde vayamos, haciendo casa abierta y comunidad, para quienes nos toca replantearnos nuestro sentido de pertenencia y construir un nuevo hogar en otras latitudes.

Foto: Yubelka Mendoza.

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