El istmo mantiene una esperanza de vida de más de 73 años, dos más que la media mundial. La cardiopatía es la principal amenaza en una región que dejó de ser la capital de las muertes violentas.
En Centroamérica, como en el mundo, la enfermedad de las arterias coronarias o cardiopatía isquémica es la principal causa de muerte. A este mal le siguen las enfermedades renales y las respiratorias y la diabetes, según indicadores de cada país recogidos por la Organización Mundial de la Salud.
Los pacientes lidian con un paupérrimo sistema de salud pública en términos generales y una precarización de los servicios y el presupuesto asignado. El seguro social, por si fuera poco, resiste los embates de gobiernos y corporaciones, en un clima de zozobra entre la población.
El único país que se distingue del resto en atención médica a su población es Costa Rica, que apostó en los años 90 a la centralización del sistema en su seguridad social, que tampoco está exenta de recortes y corrupción.
La muerte, sin embargo, no es uniforme en una región pluricultural y diversa como Centroamérica. Si bien se comparten rasgos, el promedio de vida se distancia de una frontera a otra, con la violencia homicida y el desamparo médico como principales carnadas.
El país con la mayor esperanza de vida del istmo es, precisamente, Costa Rica, con un promedio de 78.6 años. Le sigue Panamá, con 77.2; Nicaragua, con 75.3; El Salvador, con 71.6; Honduras, con 68.9; y Guatemala, con 68.7 años.
Los homicidios, una característica por la cual se destacaba negativamente a la región, han disminuido en términos generales. Según el Proyecto Regional PNUD Infosegura, que promueve el uso y análisis de datos sobre seguridad ciudadana y justicia, Centroamérica sufrió 17.3 muertes violentas por cada 100 mil habitantes en 2023, lo que significó una disminución de 1.5 con respecto al 2022.
En este renglón, El Salvador, que dominaba todos los listados de violencia, es el país con menor cantidad de homicidios por cada 100 mil habitantes, con una tasa de 2.4 muertes violentas; una diferencia de menos del 93 por ciento desde que Nayib Bukele asumiera el poder e implementara su controversial régimen de excepción.
Solo Nicaragua presenta cifras cercanas a las ofrecidas por Bukele, con 6 homicidios por cada 100 mil habitantes, por más cuestionables que estas sean. Mientras que Costa Rica, Guatemala y Panamá oscilan entre los 17 y los 11 asesinatos por cada 100 mil habitantes; y Honduras aún se debate en una crisis de seguridad y narcotráfico en los más de 31 muertes violentas por cada 100 mil personas.
Entre la expoliación al sistema de salud, el autoritarismo y la desatención a las causas que originan estas enfermedades y la violencia homicida, el istmo se promueve en un marco superficial como una meca del turismo médico, y el destino controlado que los regímenes autoritarios venden al mundo.
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📷 Fotografía de portada: Noel Oviedo en Unsplash