Rodrigo Chaves abraza la doctrina feudal de Nayib Bukele en El Salvador. Es el enésimo guiño de un país centroamericano -y más allá- para congraciarse con «el dictador más cool del mundo mundial».
La creación de la “Liga de Naciones” que acordaron los presidentes de Costa Rica, Rodrigo Chaves, y de El Salvador, Nayib Bukele, es el epítome del desenfreno autoritario hacia el que se dirige Centroamérica.
Como si no fuera suficiente, un mandatario más del istmo ha sido ungido por el gobernante más popular del continente -a costa de mano dura y violación a los derechos humanos- y se ha unido, literalmente, al club de los autoritarios que, en el papel y de momento, solo se nutre de dos personas y sus feudos.
Mientras Chaves anunció que en enlace con Bukele busca que los estados entusiastas de la iniciativa se convirtieran en “lugares de enorme prosperidad en épocas de tremenda pobreza”, Bukele no perdió el tiempo y animó a su homólogo costarricense a concentrar todo el poder para poder así, como él, combatir la inseguridad.
La pugna del residente costarricense con el sistema político de su país, al que calificó de “dictadura” y “tiranía”, ha derivado en la cercanía con el hábil publicista salvadoreño que consiguió reelegirse inconstitucionalmente en febrero pasado. Poco importa la violación a la carta magna salvadoreña y los cuestionados resulgados electorales, si el espaldarazo del autodenominado “dictador más cool del mundo mundial” alcanza para ganar adeptos.
Pero la tentación de congraciarse con Bukele y su modelo no es nueva. Ya lo ha hecho la presidenta hondureña, Xiomara Castro, replicando un régimen de excepción aunque sin el éxito inmediato obtenido por el salvadoreño, que ha negado insistentemente en las evidencias de negociación con las cúpulas de las pandillas.
En la Guatemala de Bernardo Arévalo, sin embargo, el ministro de Gobernación, Francisco Jiménez, ha negado la necesidad de replicar el modelo Bukele para desarticular a las pandillas. Si bien ha implementado traslados de reos y “limpieza” de prisiones, ha sido enfático en su desacuerdo con la implementación de estados de excepción que atenten contra los derechos de los habitantes.
En Panamá, por otra parte, el gobierno de Raúl Mulino ha anunciado un plan denominado “Panamá 3.0”, que pretende acabar con las pandillas a través del endurecimiento de las medidas de seguridad y el desplazamiento de miles de agentes para llegar, incluso, a tocar casa por casa en busca de criminales.
Daniel Ortega y Rosario Murillo, en cambio, no necesitan aprender de las estrategias de Bukele dada su trayectoria previa de criminalización, violencia y destierro reconocida en el mundo.
La tentación del autoritarismo en la región es mayúscula, como indica este análisis del Centro de Asuntos Internacionales de Barcelona; mientras este artículo de Expansión concluye que el modelo no es exportable y es poco sostenible.
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