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A nueve años del asesinato de Berta Cáceres

Mar 4, 2025

Con sentencias confirmadas contra los ocho autores materiales del asesinato, la demanda de la familia y de la sociedad hondureña es que no se llegue a la década sin plena justicia.

✍🏽 Emiliano Castro Sáenz

⏲️ 6 minutos de lectura

Han pasado nueve años desde el asesinato de Berta Cáceres, la líder indígena lenca y activista ambiental hondureña que dedicó su vida a la defensa de los derechos de los pueblos originarios y la protección de los recursos naturales. Su asesinato, ocurrido la noche del 2 de marzo de 2016, sacudió a la comunidad internacional y expuso la peligrosa realidad a la que se enfrentan los defensores del medio ambiente en América Latina.

Berta Cáceres, cofundadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), lideró una incansable lucha contra la construcción de la represa hidroeléctrica Agua Zarca en el río Gualcarque, sagrado para el pueblo lenca. El proyecto, impulsado por la empresa Desarrollos Energéticos S.A. (DESA), amenazaba con despojar a las comunidades indígenas de su acceso al agua y otros recursos vitales, violando su derecho a la consulta libre, previa e informada.

En 2015, un año antes de su asesinato, Berta recibió el prestigioso Premio Ambiental Goldman, conocido como el «Nobel Verde», en reconocimiento a su valentía y liderazgo. Sin embargo, las amenazas de muerte en su contra se intensificaron. Hasta que la noche del 2 de marzo, hombres armados ingresaron a su vivienda en La Esperanza, Intibucá, y la asesinaron a tiros. Su muerte no solo enlutó a su pueblo, sino que también encendió una ola de protestas a nivel mundial exigiendo justicia.

Un camino difícil a la justicia

La noche de su asesinato, Berta estaba acompañada por el activista ambiental mexicano Gustavo Castro Soto, quien estaba de visita para colaborar en proyectos de defensa ambiental. Hacía cinco años que no se veían y habían concluido una jornada intensa de talleres en conjunto. 

Pasadas las 11 de la noche, al menos dos hombres armados ingresaron a la vivienda tras forzar la puerta de la cocina. Berta se levantó de la cama, gritó “¡quién anda ahí!” y fue atacada a tiros en su recámara por uno de los sicarios. A Gustavo también le dispararon, pero únicamente le hirieron una oreja y fingió estar muerto. Por eso sobrevivió. 

En noviembre de 2024, Gustavo Castro aseguró en una entrevista con El País, que el gobierno hondureño, en ese entonces presidido por Juan Orlando Hernández –hoy condenado por narcotráfico en Nueva York– quiso culparlo a toda costa por el asesinato de Berta Cáceres. 

La investigación sobre el asesinato de Berta estuvo marcada por irregularidades y señalamientos de impunidad. No fue sino hasta 2018 que siete hombres, incluidos empleados y militares vinculados a DESA, fueron condenados por su participación en el crimen. 

Posteriormente, en 2021, David Castillo, exgerente de DESA y exmilitar, fue declarado culpable como coautor intelectual del asesinato. No obstante, las organizaciones defensoras de derechos humanos continúan exigiendo que se investigue a profundidad a los verdaderos autores intelectuales y a todos los involucrados en la cadena de mando.

En febrero pasado, quedó formalmente instalado el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) para investigar la autoría intelectual y los delitos conexos al crimen contra Berta Cáceres. El convenio fue firmado entre el Estado hondureño, la CIDH, el CEJIL y el COPINH y tendrá una vigencia inicial de seis meses. En los últimos cuatro meses recién transcurridos, además, fueron ratificadas las condenas a los autores materiales y mandos intermedios del asesinato.

El COPINH, sin embargo, exige que no se cumplan 10 años sin justicia. En un comunicado publicado el domingo pasado, la organización que coordina la hija de Berta, Bertha Zúñiga Cáceres, lamentó la reducción a la pena contra David Castillo, una decisión judicial que “deja en evidencia la influencia de los poderes sobre el sistema judicial hondureño”. 

Además, la organización subrayó que el fallo confirmó la existencia de la estructura criminal detrás del asesinato, la cual está “vinculada a la familia Atala Zablah y fuerzas de seguridad estatales” y que, sin embargo, “los autores intelectuales siguen en la impunidad”. Los Atala, continúa el COPINH, han reaccionado a cada acción “con campañas de desprestigio, ataques mediáticos, presión en la Corte Suprema y agresiones a nuestros plantones”, lo que muestra una continuidad en su estrategia de persecución contra movimientos sociales y defensores del territorio.

Un legado de resistencia y esperanza

A lo largo de estos nueve años, el legado de Berta Cáceres ha inspirado movimientos ambientales y sociales en Honduras y más allá. Bertha Zúniga Cáceres, junto a otros líderes del COPINH, ha mantenido viva la lucha por la defensa del territorio y la justicia para su madre y para los cientos de defensores ambientales asesinados en la región.

El río Gualcarque sigue siendo símbolo de resistencia para el pueblo lenca y para todos aquellos que creen en la defensa de la vida y el medio ambiente. Las comunidades continúan exigiendo la cancelación definitiva de los proyectos hidroeléctricos y mineros que amenazan sus territorios en uno de los países más peligrosos para los activistas ambientales.

La situación, sin embargo, es crítica. En septiembre del año pasado el líder ambientalista Juan López, defensor del agua y del río Guapinol, fue asesinado a balazos cuando salía de su trabajo como líder comunitario y religioso en la parroquia de San Isidro Labrador en el municipio de Tocoa, departamento de Colón. 

El aniversario del asesinato de Berta Cáceres no solo recuerda su vida y su lucha, sino que también evidencia la deuda pendiente del Estado hondureño y de la comunidad internacional para garantizar la seguridad de los defensores ambientales y la justicia para los crímenes contra ellos.

En memoria de Berta, la consigna “¡Berta no murió, se multiplicó!” resuena con fuerza en cada marcha, en cada río defendido y en cada comunidad que se levanta por sus derechos. Su legado es una llamada urgente a proteger a quienes defienden la vida y el planeta.

Una de sus amigas, Melissa Cardoza, de la red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras, expresó en un vídeo compartido por el COPINH que Berta le enseñó a “pensar y hacer y hacer pensando”, con una claridad profunda que conectaba el hilo del tiempo. 

“Su vida era la lucha y tenía una profunda convicción en la justicia histórica. Se sabía una mujer antigua de un pueblo antiguo, entonces no le asustaba que no pasaran las cosas, que no tuviéramos un efecto de todo lo que hacíamos inmediato, porque ella sabía que el tiempo no es así”, dijo Melissa, antes de recordar que Berta enfatizaba la necesidad de “vivir la utopía por adelantado”, es decir, “vivir por adelantado ese futuro por el que luchamos”.

Mientras las demandas de justicia siguen sin ser plenamente atendidas, la lucha de Berta Cáceres permanece como un faro de esperanza y resistencia para los pueblos indígenas y los defensores ambientales en todo el mundo.

Para conocer más sobre la vida, la lucha y el caso de Berta Cáceres, escucha el episodio “Ellas conspiraron juntas”, del podcast Las Guardianas, narrado por la actriz brasileña Alice Braga y producido por La Corriente del Golfo y Antifaz.

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