Con el cierre del año y las fiestas decembrinas, el anhelo de volver a casa es ineludible. Esta casa puede tener distintos significados e intensidades, según los tránsitos y transiciones de la vida. Para mí, siempre ha sido complejo nombrar un solo lugar como mi hogar. Quizá sea por las familias numerosas de las que vengo —en plural—, como suele ocurrir con quienes somos hijas e hijos de divorcios. O porque antes de cumplir la mayoría de edad ya había vivido doce mudanzas, y hoy suman más de veinticinco. Así, he tenido que abrazar la realidad de que mi casa no es un lugar estático, y difícilmente lo será.
Para Humberto Ak’abal, la casa —su casa— es pequeña, pero en ella caben todos sus muertos. Para Javier Zamora, “casa es donde nadie te pregunta por tus papeles”. Para Claribel Alegría, en cambio, la casa es un lugar lleno de ausencias. Si seguimos este breve recorrido por el pensamiento centroamericano, veremos que la casa rara vez es sinónimo de estabilidad. En ella se hilvanan el origen y el despojo, el refugio y la expulsión, la intimidad y la lucha política, la memoria y la familia, el territorio y el movimiento. Para quienes venimos de Centroamérica, la casa se construye, se defiende, se recuerda y se vuelve a inventar.
Es esta realidad y este mismo espíritu lo que ha guiado el primer año en el que Casa Centroamérica ha tenido un lugar propio. Decenas y decenas de manos hemos convertido en pocos meses un espacio vacío en una casa común, donde el encuentro, las luchas y saberes, la celebración y la solidaridad se entrecruzan y dan sentido a quienes dejamos el ombligo en Centroamérica para resguardarnos en México.
Aquí hemos convivido, compartido la mesa, hemos cantado y trabajado. Aquí hemos reído hasta acalambrarse el vientre, hemos bordado y bailado, y nos hemos conmovido hasta las lágrimas. Como en toda casa, las contradicciones también tienen su lugar. Sin embargo, no nos cansamos de buscar entenderlas y atenderlas. Al centro de todo esto permanece la gratitud.
Gratitud a México, país que nos acogió en los instantes más urgentes. Gratitud a quienes nos tendieron la mano y nos abrazaron cuando más lo necesitábamos. Gratitud por las comunidades centroamericanas-mexicanas que emergen en esta gran ciudad. Gratitud por las convicciones que nos motivan a cuidarnos, acompañarnos y seguir caminando en colectividad.
Y, sobre todo, gratitud profunda a todas y todos quienes, con su presencia, afecto y trabajo, sembraron en 2025 un espacio donde la distancia, la raíz y el anhelo de retorno tienen forma de casa.
En nombre del equipo de Casa Centroamérica, les deseamos felices fiestas y un 2026 lleno de paz, justicia y solidaridad.
*Gabriel Wer es director ejecutivo de Casa Centroamérica.










