Cada año se rompe el récord de temperatura más alta en el mundo. En 2024 Centroamérica aumentó de 1 a 3 grados y México superó registros históricos en décadas.
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Crecí en un lugar que amanecía con los techos de teja de las casas escarchados y las plantas con el sereno de la mañana casi congelado. Así era San Cristóbal de las Casas, Chiapas, donde el frío era la manera de describir la vida cotidiana. En la adolescencia me mudé a Ciudad de México, que también tenía inviernos de 0 a 10 grados por norma, con la diferencia de ser secos y venir con ese dolor de huesos característico.
El año solía iniciar así, tiritando. Y venían meses de vientos fuertes y cambios drásticos de temperatura, hasta que la primavera daba paso al calor y el sol picante y luego un verano de lluvias y humedad. Era difícil pensar en casas y oficinas con ventilador en esta ciudad, o en personas que buscan en Temu ventiladores para el cuello mientras viajan agolpados en el metro. No era el artículo de necesidad y de temporada que se ha establecido desde hace ya varios años.
A eso se le suma la contaminación creciente y los días de contingencia. Es una asfixia que durante casi un cuatrimestre y acecha a las personas que habitamos la CDMX. El año pasado se registró el día más caliente de las últimas tres décadas, en mayo, con un récord de 34.7 grados centígrados, de acuerdo al Observatorio de Tacubaya.
A nivel nacional, el mapa también se pintó de rojo intenso, con algunas zonas que superaron más de 50 grados y fue el segundo año más caliente consecutivo. Mientras que para Centroamérica también fue el año más cálido jamás registrado, con regiones que superaron entre 1 y 3°C de incremento. Y en América Latina y El Caribe en general, además, creció la temperatura media en 0.90 grados en relación a los datos de las últimas tres décadas.
Mis hermanos vienen de visita en Semana Santa de Guatemala a la Ciudad de México y me preguntaron cómo estaba el clima en CDMX. Por Guatemala está pasando un frente frío procedente de la península de Yucatán. No supe exactamente qué responder, pero en resumen fue: “hace mucho calor”.
Por las mañanas amanece fresco pero pasado el mediodía el sofoco es abrumador, esta semana pasamos de mínimas de 6 °C a rozar los 29°C.
A pesar del clima extremo, este año no será más caluroso que el anterior, debido a la influencia del fenómeno de La Niña, que se produce cuando las aguas del Océano Pacífico se enfrían más de lo normal y se espera que la temporada de lluvias inicie a mediados de mayo, con un 50% más de precipitación de lo habitual.
Las repercusiones que ha tenido el cambio climático y este aumento progresivo y desenfrenado de la temperatura son numerosas y atentan contra el futuro. El agua en las ciudades escasea, la cobertura boscosa se pierde, la vida se pone en juego. Es un círculo vicioso en el que participan diversas industrias, contaminación y el clima.
El año pasado, el del récord de calor, la CDMX vivió una crisis del agua por diversos factores (contaminación, fugas, calor) que llevó al límite a sus habitantes. La selva maya, que cubre el sureste mexicano, el norte de Guatemala y Belice, por ejemplo, ha perdido un 33% de su cobertura en los últimos 20 años, según la NASA.
Los bosques nubosos de Centroamérica, por su parte, han disminuido vertiginosamente en los últimos siete años, con la pérdida de más de 600 mil hectáreas.
El calor, el clima extremo, es una amenaza en aumento. Y cada vez esa noticia, del día más caluroso, del año más caliente, del verano más infernal, se rompe con la siguiente. Con esa certeza de que vivimos por ahora el día y el año más frío del resto de nuestras vidas, si todo sigue así.
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